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Tinta con aroma de mujer

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Por: Haziel Scull Suárez

Las artes gráficas en Cuba están, sin dudas, en su momento de mayor expansión después de los años del Periodo Especial. Desde hace aproximadamente unos diez años vemos una producción cada vez más amplia de historietas e ilustración a lo largo de toda la geografía insular que pudiera compararse con un renacimiento de un arte que nunca debió morir. Aumentada, mucho más, después de comenzado en el país el uso de internet con datos móviles en los teléfonos celulares, en diciembre del 2018.

En el caso del cómic, en los últimos años, el camino le ha sido bastante cómodo, amparado por la gestión de centros como Vitrina de Valonia o eventos como ArteCómic y Behíque. Además de la nunca extinguida publicación de historietas por parte de algunas editoriales y la existencia de talleres y proyectos de entusiastas. Sin embargo, la ilustración ha ido quedando en un campo muerto, sin defensores, críticos o un público demandante.

Sucede que la ilustración en sí, su conceptualización, sigue envuelta en un halo de confusión. Pudiéramos acercarnos a la definición que nos da la RAE: estampa, grabado o dibujo que adorna o documenta un libro; pero vemos que evidentemente esta acepción obvia su carácter artístico y la convierte en un simple elemento de apoyo a la literatura, subordinándose a su expresión y castrándole su sello subjetivo, cosa que normalmente no sucede.

Particularmente, si tuviéramos que darle algún tipo de concepto al término, nos aventuraríamos a desarrollarlo de la siguiente manera: Arte aplicada cuya finalidad es generar creaciones visuales para interpretar un texto, idea, sentimiento o proceso que posteriormente será producido y reproducido mediante medios de difusión y productos publicitarios. Esto provocaría un compromiso creativo en cadena a la hora de nombrar ilustrador a un artista, puesto que la ilustración tiende a confundirse con el dibujo o el diseño gráfico. Un ilustrador tendrá que ser capaz de poder comunicar visualmente con un objetivo concreto y concebir trabajos que puedan ser aplicados en una producción final que sea reproducible. Razón por la que han de tener un perfil artístico en cuanto a estilo, uso de una paleta personalizada y temas; como también técnico. El ser tan selectivo es lo que los diferencia de ser meros dibujantes.


Curiosamente en Cuba, la ilustración con estas características, ha tomado un rumbo diferente al del cómic. Mientras este, como ya decíamos, ha tenido una especie de amparo institucional; con la ilustración se han desplegado una serie de artistas, en muchos casos egresados de la escuela de Artes de San Alejandro, la Facultad de Arquitectura o del Instituto Superior de Diseño (ISDI) y han comenzado una especie de tendencia, centrada en la recuperación de todo el patrimonio del diseño y la ilustración cubano sin una institución que los organice o al menos les cree un espacio donde, como movimiento, puedan nuclearse. Como corriente en desarrollo, y en contraposición al cómic, muchos de los exponentes de la ilustración actual, son mujeres jóvenes, algunas de las cuales, tras varios ensayos en el mundo de la historieta, encontraron en la ilustración una mejor manera de expresión. Incluso un grupo de ellas, en los últimos tiempos, han organizado un proyecto llamado Aquelarre, que cada vez se hace más presente en las redes sociales y en los espacios físicos de las artes gráficas del momento con exposiciones y zines. Son estas chicas, y las que en sentido general dibujan e ilustran en Cuba, las que marcan la pauta en el escenario contemporáneo.

Esto no es nada excepcional, es tendencia internacional también que una buena cantidad de ilustradores sean mujeres. Incluso entre los considerados Mejores Ilustradores de la red (más allá de la subjetividad que encierra la frase, en cuanto a lo subjetivo de nombrar algo mejor o peor en el arte) existe un número nada despreciable de féminas que se han destacado por su inigualable talento y la manera de llevar su realidad a lo visual, como pudieran ser: Laura Brouwers, Cassandra Calin, Jaqueline de Leon, Laila López y Ángel Wang. En muchas de ellas, y como característica genérica, priman los temas propios de lo que llaman universo femenino y la estética asiática o cartoon.

Como ya decíamos, actualmente, y realizando una revisión de portafolios y perfiles en redes sociales, pudimos encontrar algunas ilustradoras cubanas muy comprometidas con su labor. Estas destacan por su excelencia en la utilización de elementos artísticos y pictóricos, estilos, referencias y temas. Todas sienten un compromiso con su arte que supera la cantidad de seguidores que pudieran tener en la plataforma digital y cada una aporta al panorama una manera estética y particularmente identificable de entender el mundo gráfico femenino de hoy. La casualidad las unió en torno a su género para, mancomunadas, formar parte del universo del arte cubano, incuestionablemente patriarcal. Conversando con algunas de ellas supimos cuál es su visión con respecto al fenómeno de la ilustración nacional y cómo aportan ellas al mismo:

Mei-Lai Fong

Mei-Lai Fong (La Habana, 1996) se gradúa de como Licenciada en Instructora de Arte y siempre, desde muy pequeña, decidió que quería trabajar en un espacio que le permitiera expresarse como dibujante. Aunque tiene cierta preferencia por artistas como Jeff Lemire y Gabriel Ba, no deja de encontrar referentes cada día, ni deja de reinventarse a ella misma. Estamos ante una artista que utiliza el escenario virtual como forma de promoción a su obra que se mueve entre la aventura y lo que llamamos vida cotidiana, aunque ha trabajado otros tipos de géneros. Considera vital equiparar el papel de la mujer al del hombre en el espacio artístico, específicamente en el área del cómic y la ilustración, puesto que siente que siempre ellas han desempeñado un papel importante en el movimiento gráfico y es algo que no debe perderse.

Ana Roxana Díaz

Ana Roxana Díaz (La Habana, 1997) graduada de Educación Artística en la Universidad Pedagógica Enrique José Varona. Desde las páginas de la revista Zunzún, donde colabora hace unos 3 años, comenzó su vinculación directa con la ilustración, aunque ya desde el 2013 participaba en talleres de cómic en el centro cultural Vitrina de Valonia. A través de una estética inspirada en la de Cartoon Network, su interés es generar el debate a partir de sus creaciones, que se mueven entre lo erótico y la feminidad. Sin embargo su trabajo infantil, según nos cuenta, busca la sencillez en cuanto a forma y contenido; cosa que logra a través de una paleta de colores muy personal y texturas llamativas. A través de sus cuentas en redes sociales, así como sus trabajos publicados, ha ido logrando una promoción que ha generado una línea de productos de artesanía que expone en diversos espacios, sus reconocidas Black Ladies. Para Roxana, las mujeres han convertido la gráfica en un medio propio de expresión, creando un espacio para el activismo y pronunciar determinadas preocupaciones que, como mujeres, articulan en sus trabajos.

Juliette Fernández

Juliette Fernández (La Habana, 1998) empezó en la ilustración a los 19 años, aunque desde mucho antes sentía pasión por dibujar. Consumidora del manga/anime, intenta llevar ese estilo de dibujo a su forma de crear inspirándose en artistas como Celeste Fang o Illya Pakinov. Aparte de trabajos personalmente más comprometidos, realiza sobre todo fan-art utilizando una dinámica gráfica en la que el uso del color impone su sello como característica de su obra. Recurre, como casi todos los artistas contemporáneos, a las redes sociales para promocionar su arte que, además, considera que juega un papel importantísimo en cuanto a la ruptura de la preponderancia masculina en el gremio, así como una forma de emprendimiento y empoderamiento femenino tan necesario en estos momentos.

Beatriz Ortiz Ramírez

Beatriz Ortiz Ramírez (La Habana, 2001), quien desde pequeña dibuja y actualmente estudia Ingeniería Automática, considera que el principal papel de su arte está en mostrar el mundo tal cual ella lo ve, sus opiniones y maneras de pensar, que demuestra a través de los temas y el estilo que usa en sus ilustraciones.

Este fenómeno no es habanero particularmente. Fuera de la capital existen grupos de creación con fuerte presencia femenina, y son ellas ejemplos de artistas profesionales y esmeradas; comprometidas con su trabajo y responsables con el entorno circundante, baste el ejemplo de dos ilustradoras que, en el occidente y en el centro de Cuba, han ido llevando su arte al reconocimiento del público y la satisfacción de su propio yo interior.

Yirenia Vigoa Cuello

Yirenia Vigoa Cuello (Pinar del Río, 1991), es Instructora de Arte y comenzó como autodidacta en la esfera de la ilustración y, mediante el trabajo que realiza el proyecto pinero de cómic Gato Negro, se adentró mucho más en ello. Se inspira en la estética japonesa y busca inspiración en artistas como Ozamu Tezuka, Hiro Mashima y Hayao Miyazaki, Considera el papel de las mujeres en la ilustración como una revolución que debe incrementarse en cuanto a su participación como partes de un proceso de construcción nacional de una esfera interesante y casi inexplorada de las artes plásticas nacionales. Nos comenta como a través de una mayor difusión de esta realidad sería posible reconocer la valía de las féminas en este espacio.

Beatriz Ginevra

Beatriz Ginevra (Sancti Spiritus, 2003) Siempre tuvo un espíritu artístico que no sabe cuando empezó a exigirle más tiempo pegada a los folios y los lápices de colores. Tiene un amplio abanico de referencias en el momento de señalar un estilo como preferido, aunque como elemento común han de tener la reacción que en ella provoquen como obra de la ilustración, lo que hace que sus temáticas preferidas se muevan en la dirección de provocar al público; en muchos casos gracias al trabajo cromático y la curiosa manera que relaciona las figuras con los fondos que le rodean. Considera que las mujeres, a las que considera colegas, hermanas en el arte, han ido haciéndose notar con la calidad de su arte y aunque eso es muy digno, falta aún maneras de apoyo para seguir creciendo como movimiento, no en oposición, sino complementando a lo nacional, bajo la única bandera de la calidad y el enriquecimiento de la gráfica actual.

Es incluso curioso como, en la última edición del concurso que lanza anualmente el proyecto ArteCómic, fueran muchas las mujeres, jóvenes sobre todo, las que enviaran trabajos a la lid; recayendo el segundo lugar en una de ellas, Elisa Lescaille Peña, joven habanera de 18 años. La ilustración, como fenómeno cubano, aún necesita de más atención y organización. Que existan artistas que salen de lo autodidacta demandando una mirada basada en la profesionalización del panorama, la existencia de un espacio gubernamentalmente respaldado, donde se enfoque la ilustración como una manifestación gráfica que va ganando en representantes; con un catálogo serio y enfocado en lo expositivo, lo publicable y el merchandising.

La coincidencia de que la mayoría de nuestros mejores ilustradores sean mujeres no demuestra que el género esté segmentado o que haya una rivalidad sino, como han dicho muchas de las chicas aquí mencionadas, que existe una producción que abarca todo tipo de artistas y estas van, poco a poco, dinamitando el complejo escenario patriarcal que objetivamente se vive en la gráfica cubana.

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